¿A quién le pertenecen sus creaciones?
Hace mucho tiempo que los artistas robóticos participan en diversos tipos de trabajos creativos. La inteligencia artificial ha producido obras de arte rudimentarias desde los años setenta y estas iniciativas prosiguen en la actualidad. La mayoría de esas obras de arte generadas por computadora dependían en gran medida de la creatividad del programador; la máquina era a lo sumo un instrumento o una herramienta muy parecida a un pincel o un lienzo. Pero hoy en día nos encontramos inmersos en una revolución tecnológica que puede obligarnos a pensar la interacción entre las computadoras y el proceso creativo.
Un programa informático desarrollado para el aprendizaje automático se basa en un algoritmo que le permite aprender a partir de los datos introducidos, evolucionar y tomar decisiones que pueden ser dirigidas o autónomas. Cuando se aplican a obras artísticas, musicales y literarias, los algoritmos de aprendizaje automático aprenden a partir de la información proporcionada por los programadores.
A partir de estos datos generan una nueva obra y toman decisiones independientes a lo largo de todo el proceso para determinar cómo será dicha obra.
¿A quiénes le pertenecen las creaciones?
Las creaciones podrían tener implicaciones muy importantes para el derecho de autor. Tradicionalmente, la titularidad del derecho de autor sobre las obras generadas por computadora no estaba en entredicho porque el programa no era más que una herramienta de apoyo al proceso creativo, muy similar al lápiz y al papel.
Sin embargo, el programa informático ya no es una herramienta, sino que toma muchas de las decisiones asociadas al proceso creativo sin intervención humana.
Se podría argumentar que esta distinción no es relevante, pero la forma en que el derecho aborde los nuevos tipos de creatividad impulsada por las máquinas podría tener implicaciones comerciales de gran alcance. La inteligencia artificial ya se está utilizando para generar obras en la esfera de la música, el periodismo y los juegos. En teoría, esas obras podrían considerarse libres de derechos de autor porque no han sido creadas por el ser humano.
Por consiguiente, cualquier persona podría usarlas y emplearlas libremente, lo cual sería una muy mala noticia para las empresas que las venden. Podría darse el caso de que una empresa invirtiera millones en un sistema que genera música para videojuegos y posteriormente descubriera que sus creaciones musicales no están protegidas por la ley y que pueden ser empleadas libremente por cualquier persona en el mundo. Aunque es difícil determinar la incidencia precisa que esto tendría en la economía creativa, bien podría suponer un freno para la inversión en sistemas automatizados.
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